Después de pasar la noche junto a mi compañero de fatigas (he de
decir que nos respetamos el sueño jeje) volvimos a las andadas. Así que
desayuno rápido de bizcocho ecológico y un poco de leche y a coger las bicis,
después de despedirnos de los amigos de amayuelas; Mariajo, Cristina y Melitón.
La mañana estaba bastante fresca y hacía bastante viento, la
verdad, no nos preocupaba demasiado pues habíamos tenido unos días con muy buen
tiempo y sabíamos que todo el viaje no tenía porque ser así. Sin más seguimos
las indicaciones que nos dio nuestro colega de amayuelas y por supuesto nos
perdimos ya que en vez seguir sus indicaciones preferimos guiarnos por un
tendido eléctrico que iba dirección norte pero no por ello los caminos que
pasaban por debajo de él. En fin.
Estuvimos unas dos horas aproximadamente pedaleando de pueblo en
pueblo, siguiendo dirección norte, ayudados por nuestro mapa (ya algo
descompuesto) la verdad tengo que decir que aún siendo manchego, creo que nunca
he visto tanto campo liego junto. Mirases a donde mirases solo se veían campos
de trigo cebada o lo que fuese aquello y de vez en cuando el campanario de uno
de los pueblos de la zona. Nos topamos una charca llena de ranas y tritones y
como buenos cicloturistas nos paramos para verlos.
Poco a poco y más o menos siguiendo nuestro rumbo nos encontramos
con un tramo del camino de santiago (de nuevo) y con unas buenas maduritas
amigas brasileñas con las que entablamos una conversación corta pero bastante
intensa, esto nos condujo a pensar que algún día tendremos que hacer el camino
de santiago. (por supuesto para peregrinar santiago, nada de ligues)
Seguimos con nuestro ritmo esta vez por carretera pasando por un
amplio y verde valle en el que se oía el repicar de las campanas llamando a las
ovejas para entrar en el corral. Finalmente entramos en la montaña Palentina, y
Santibañez de la Peña
nos dio la bienvenida a la sierra. Aquí hicimos un alto en el camino, nos
tomamos unos refrigerios y pudimos observar que la cultura tapera de la zona
brillaba por su ausencia ya que nos arrebataron unos torreznos tan solo
habiendo catado uno. Eso si, luego un bocata recomponedor y camino a la hermita
de la Virgen
del Brezo.
Hasta aquí llegamos por una carretera bastante sinuosa, tendida y
misteriosa ya que cada 100
metros había una cruz de piedra que no inspiraba mucha
confianza.
Decidimos atajar como buenos Freedom Bikers, llevando el
cicloturismo a lo extremo y continuamos la subida por un amplio camino hasta
llegar a un refugio gratuito bastante bien conservado, lo que es difícil de ver
hoy día.
Llegamos a lo más alto de la etapa y ante nosotros se imponía el
Curavacas (monte más alto de Palencia) y al lado Alex cayéndosele la baba con
el Espigüete. Empezamos a descender rodeados por escobas y sus flores amarillas
y también brezos con flores moradas. Era precioso.
Esta bajada la disfrutamos especialmente ya que la ascensión había
sido bastante dura, y hacía tiempo que no teníamos una pendiente negativa como
esta, buen paisaje, buen camino, tiempo ideal, mierdas de vaca, pastores
eléctricos asesinos de ciclistas etc. Una pasada vamos
Prácticamente la etapa había acabado, llegamos al pantano, casi
anocheciendo y aunque veíamos el pueblo, tuvimos que rodear todo el pantano
para llegar hasta él, donde disfrutaríamos con unos nuevos amigos al menos para
mi; Valentin, Mercedes y sus hijos.
Aquí recibimos clases de ganadería, agricultura, vida en el campo
en gral pero sobre todo de moralidad. (putos urbanitas)
A dormir y mañana sería otra etapa.
···PEDALEA O MUERE···
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